Las películas de Ute Aurand, Helga Fanderl, Jeannette Muñoz y Renate Sami subrayan la imposibilidad de separar la vida y la producción cinematográfica. Su cine es en tiempo presente; películas tejidas por hilos de vida, con toda su alegría y su oscuridad, de viajes, de amistad. Es un cine de y para los sentidos que ya ha sido reconocido en prestigiosos festivales internacionales como la Berlinale, Oberhausen, Nueva York y Róterdam.
La realización de esta retrospectiva es posible gracias a la colaboración del Goethe-Institut.
En "El malestar en la cultura" (1930), Sigmund Freud analiza el concepto de «sentimiento oceánico» de Romain Rolland y lo define como la sensación de un vínculo inquebrantable entre nuestro ser y el mundo exterior. Más que una afirmación de autonomía o de dominio, el sentimiento oceánico es un estado cercano a lo sublime en el que la integridad del propio ser se pierde, o como mínimo queda comprometida, en un sentido de eternidad, infinitud e interconexión. Para Rolland, esa sensación constituía la base del sentimiento religioso. Freud no cuestiona su existencia, pero no está de acuerdo con que sea el origen de la religión; lo considera, más bien, similar al reconocimiento que encuentra en una frase de la obra de teatro Aníbal (1835), de Christian Grabbe: «Del mundo no nos caeremos».
EL CINE EN PRIMERA PERSONA DE ANNE CHARLOTTE ROBERTSON
Anne Charlotte Robertson (1949-2012) fue una cineasta independiente que le dio un nuevo y melancólico significado a este término. Y es que calificar el cine de Robertson de «independiente» implica reconocer no solo el mínimo respaldo económico e institucional que se le ha dado a su obra, sino también la manera en la que sus películas hablan de una forma dolorosamente directa de su independencia extrema como artista y como mujer que vivió y trabajó sola la mayor parte del tiempo. Desde luego, la lucha de Robertson con la soledad y con su diagnóstico clínico de trastorno maníaco-depresivo formaba parte integral del complejo tejido de sus películas y, sobre todo, de su gran obra, Five Year Diary, una crónica de su vida de 36 horas de duración, iniciada en 1981 y finalizada diecisiete años después.