Idea y cámara: Christian von Borries.
Montaje: Ute Adamczewski, Christian von Borries.
Filmado en: Astana, Kosovo, Pyonyong, Detroit, Moscow and Berlin
Producido por: Masseundmacht
Festivales
Estreno en España
Desde la década de 1980, el mundo ha estado marcado por cuatro acontecimientos: el fortalecimiento de la democracia política, el crecimiento de la democracia digital, la concentración de poder por parte de las corporaciones y el uso de la propaganda económica como medio para proteger el poder de las corporaciones frente a la democracia.
Mocracy analiza el consumismo, el capitalismo, la opresión, la pobreza y la industria de la solidaridad. Las personas se transforman en elementos decorativos masivos; la arquitectura, en una herramienta de puesta a punto y optimización de las sociedades. La solidaridad es la otra cara de la democracia, que se muestra así como un estilo de vida para ricos.
Las canciones de Michael Jackson son la banda sonora de la década neoliberal de 1980, la coreografía de la democracia. La película en sí es una democracia en miniatura, en la que se representa a una polifonía condenada al fracaso. En este sentido, Mocracy es un viaje musical por Kazajstán, Kosovo, Pyongyang, Detroit, Moscú y Berlín, el país de Nunca Jamás, la utopía de un no lugar. Así, la película funciona como desapropiación del torso individual.
“Las sociedades modernas han reemplazado la realidad y el significado por símbolos y signos. La experiencia humana también es una simulación de la realidad”.
“Según este filme, la sociedad está tan saturada de esos simulacros y nuestras vidas, tan saturadas de los constructos de la sociedad, que todo significado ha perdido su esencia a causa de su infinita mutabilidad”.
“Los signos y las imágenes pretender representar algo real, pero no hay tal representación y las imágenes arbitrarias son sugerencias de objetos con los que no guardan ninguna relación”.
“Las distinciones entre imagen y realidad se desmoronan debido a la proliferación de copias de objetos que se reproducen hasta el infinito, con lo que se transforman en bienes comerciales. Desde la revolución industrial, la capacidad de los bienes de imitar la realidad amenaza con sustituir la versión original, en especial cuando el individuo sólo se preocupa por el consumo”.
“En Neverland/El país del Nunca Jamás, el simulacro precede al original y se desvanece la distinción entre realidad y representación. Neverland es el estado democrático moderno”.
Baudrillard