Zaragoza 1968. Un actor se pasea por las calles con un cordero atado a una mano y un libro en la otra, L'uomo a una dimensione de Herbert Marcuse, sin que sepamos cuál de las dos cosas provoca más a los viandantes. Una vez más la película es una casa de citas, dedicada a Rimbaud y presentada como una handelequia, leemos en pantalla palabras escritas de Nietzsche a Durrel pasando por Lezama Lima. El guion pensado para ser leído en directo nos presenta un ejercicio de metacine con referencias al propio filme (“Esta película es una película inmadura, por componerse de multiples crímenes no realizados”) y un filme como manifiesto, (“España es un país sin obreros textiles, solo de modelos que huelen bien, país complejo”). Un mono enjaulado, un hombre que se filma el torso desnudo, un maniquí que bloquea el paso de un tranvía, un trompetista que cruza el Ebro como si fuera el Ganges… las películas de Maenza avanzan como en un caos armónico, como lo hacen las propias orgías también presentes en su cine, donde un plano se engancha por sorpresa con otro y no se sabe hasta cuándo durará con él formando una secuencia conjunta ni adónde saltará después.