Seis palabras para definir a Maenza, usadas por él mismo a una edad muy temprana (si es que Maenza tuvo una edad tardía). Son las seis palabras con las que arranca esta interesante semblanza fílmica que nos entrega en primicia el cineasta valenciano Carles Candela. El documental es una revelación, en todos sus sentidos. En el más físico ya que vemos un nuevo rostro de Maenza que se revela en las cubetas del laboratorio de fotografía saliendo, como quien dice, a lo positivo. A su vez, es también la revelación del Maenza de los últimos días, el humano y la persona, el que se quitaba de encima al artista inabordable, el buen chico, sobre todo del título. Todo visto a través de testimonios impagables de quienes lo conocieron como Oswaldo Muñoz o Vicente Molina Foix, y con momentos de búsquedas, descartes y de metacine brillantes, en filmotecas y estudios recuperando el material perdido o dañado, revelando de nuevo sus esquinas, deteniendo el negativo en la moviola para señalar: “Ése, ése es Maenza”.