Tras graduarse en la Escuela de Cine de Moscú, el cineasta Otare Davidovich Iosseliani (Tbilisi, Georgia, 1934) aprendió el oficio como asistente de dirección y editor de documentales en los estudios Gruzija Film de Georgia antes de realizar sus primeros cortometrajes: Akvarel (1958) y Canción sobre un flor (1959). Con el tercero, Abril (1962), sufrió la censura de las autoridades soviéticas. Durante una temporada trabajó como marinero y obrero.
Otar Iosseliani. Argazkia: Henri Cartier-Bresson.
En 1964 volvió a coger una cámara para filmar La Fundición (1964), donde comenzó a romper la frontera que separa la ficción del documental. En 1967 dio el salto al largometraje con La caída de las hojas, con el que redobló su apuesta crítica con un sistema corrupto y se hizo con un premio FIPRESCI en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. Tras su emotivo cortometraje sobre la canción tradicional en Georgia, Viejas canciones georgianas (1969), en 1971 realizó su segundo largo, Érase una vez un mirlo cantor (1970), una cinta con postulados formales alejados del cine soviético al que siguió Pastorale (1975), donde el georgiano denunció la imagen idílica falsa de las granjas colectivas. Con esta obra obtuvo el premio de la crítica en el Festival de Berlín de 1982, y ese mismo año le dedicaron una retrospectiva en París. Ya no abandonaría Francia. Inició su etapa de exiliado con dos documentales para la televisión francesa: Sept pièces pour cinéma noir et blanc / Lettre d'un cinéaste, rodado en 1982 por las calles de París; y Euzkadi été 1982, sobre el País Vasco francés. En los siguientes años filmó películas emblemáticas como Los favoritos de la luna (1984), Un pequeño monasterio en Toscana (1988) y la cinta rodada en África Y se hizo la luz (1989). Y, tras la melancólica La caza de las mariposas (1992), regresó a su tierra natal para rodar Seule, Géorgie (1994). Volvió a ser galardonado con el Gran Premio Especial del Jurado en Venecia por Bandidos: capítulo VII (1996), su cinta más oscura. Y con el cambio de siglo realizó sus dos últimas obras: Hogar, dulce hogar (1999, título original: Adieu, plancher des vaches!) y Los lunes por la mañana (2002).
Iosseliani es dueño de un marcado estilo reconocible en cada plano desde sus primeros trabajos. Influenciado por Tati, Buñuel, Keaton o Renoir, su cine se caracteriza en lo formal por la agilidad en el uso de la cámara, el gusto por el plano largo –recurriendo con frecuencia al plano secuencia–, la profundidad de campo, la importancia del detalle y los espacios donde hibridan documental y ficción. Sus películas, pobladas por personajes fácilmente reconocibles, son un alegato a favor de la cultura tradicional y una denuncia de los perjuicios que acarrea la industrialización. Su estilo destila querencia por la naturalidad en la construcción de los personajes y veracidad en la relación entre los hombres y el mundo.
Filmografía: