En el útlimo plano de su última película, Sacrificio, Andréi Tarkovski dedicó el film a su hijo Andriusha, al que llevaba cinco años sin ver debido a la prohibición de las autoridades soviéticas de que el joven se reecontrase con su padre en el exilio. Tras la muerte de Andrei, el joven Andriusha corresponde a aquella dedicatoria con esta "carta" a su padre donde da voz a compañeros y amigos que admiraban su obra.