La maqueta de un jet privado made in France, la nariz de un payaso felliniano, una foto de la sonrisa de Chaplin en sus veranos en Bidart, un par de cartas escritas desde el infierno de Sachsenhausen, la papelera del grabador de tumbas de Baiona, un tapiz de los reyes de Benin, 37 figuras de elefantes de la colección de una princesa rumana, una pluma de cola de faisán enviada desde Colorado, una biografía titulada “Y ahora, dejadme en paz”, dos esculturas de madera labradas por las olas del mar Atlántico, 34 párpados de durmientes parisinas…
La lista parece escrita por el mismo George Perec, casi los ingredientes de un conjuro para preparar un brebaje que no sabemos qué efecto tendrá. En realidad estamos ante la exposición de objetos que el cineasta Oskar Alegria ha hallado durante la realización de su película La casa Emak Bakia, piezas que saltan del cine a las vitrinas para brindar un espacio extra del propio documental.