Sor Henriette, Sor Danielle, Sor Catherine, Sor Geneviève… y así hasta doce hermanas, embarcadas en el mismo bote. Doce monjas con toca de lechuza compartiendo entre ellas un día de asueto. Concretamente las vemos en la gruta de Padirac, en los Pirineos occitanos, al norte del país de Lot, donde los pueblos acaban en –ac. Su clausura, una gran bóveda subterránea. El claustro, el vientre de la tierra. Y más concretamente El lago de la lluvia, que es donde se hallan, con el feliz gondolero camino de la salida tras la visita turística, maravilladas por la contemplación de La grande pendeloque, la estalactica de 60 metros a sus espaldas, la gran joya de esta catedral calcárea que pende desde el techo labrada a lluvia y corriente en milenario alabastro. Labor del tiempo. Mientras, otra barca cargada de civiles se adentra cueva adentro, e la nave va, y deja la foto del turismo convertida en arte. Hay tiempo en ella. Como hay fiesta en ella. Tiempo de celebración. Por eso hemos elegido esta imagen como anuncio de nuestro aniversario: diez años de Punto de Vista. Nadie la compró a la salida de la cueva, o sí, pero nadie la conservó en descendencia y acabó en un mercadillo perdido de París que es de donde nosotros la hemos rescatado. Feliz regalo. Dicen las leyendas de los pueblos de alrededor que el diablo habita al fondo de esta sima. Todavía no se ha explorado salvo el 40% de la cueva, por eso todavía no sabemos qué demonios habrá al fondo de ella. Y mejor así. Diez años de misterio. Todo empezó un feliz 9 julio de 1889, cuando Edouard Alfred Martel dio el primer paso en la cueva: “Ningún ser humano nos precedió en estas profundidades, nadie sabe adonde vamos ni lo que vemos. Nada más extrañamente hermoso se presentó jamás ante nuestros ojos. Únanime y espontáneamente, nos hacemos la misma pregunta: ¿Acaso estamos soñando?”. Salvando las distancias, para nosotros fue un sentimiento algo similar. Todo empezó un feliz 15 de febrero de 2005, con el mismo pulso explorador de quien se adentra en un mundo profundo y desconocido nacía Punto de Vista. Y seguimos soñando.
Y éste, nuestro cartel de 2016, es de nuevo una invitación a desviar la mirada, a concentrarla en la devoción por aquello que se encuentra más allá del relato. He aquí el gran ejemplo: la mano que toca el agua. Una de las hermanas, seguramente Sor Agnès, se dispone a probar con su mano desnuda el agua virginal de la gruta. Si no fuera por ese detalle, si no fuera por ese gesto, no hubiéramos elegido esta foto. Es en esa mano donde queremos resumir todo nuestro espíritu, la andadura de estos diez años de festival. Una mano que abandona la ortodoxia, la disciplina en el rumbo, y en busca de nuevas sensaciones, la caricia del agua, roza casi el pecado.