¿Dónde nace una imagen? ¿Siempre en nuestra mente? ¿O más bien son objetos que existen fuera de nuestras cabezas? Si es así, ¿somos nosotros los que acudimos a ellas, o son más bien las imágenes las que se encaminan y llegan hasta nosotros? Nos hemos acercado a la respuesta a esta duda tras el capítulo que hemos vivido a la hora de elegir o, más bien a la hora de ser elegidos por la imagen que presentamos para nuestra edición de 2017: un ave conocida como curruca capirotada, en posición yacente, recién apagada su vida, párpados sellados, alas todavía en calor, cabeza desnortada, como hablaría de ella una descripción forense.
Pero vayamos al relato, ya que siempre en Punto de Vista hemos apostado por él. Nunca nos ha gustado la imagen huérfana, el icono desprovisto de cuento, el póster por el póster. Y aquí hay miga de la que nos gusta, miga llena de misterio y de preguntas sin respuestas. Esta aguerrida ave ha querido ser nuestra imagen y símbolo del festival y se ha empeñado en ello hasta el martirio. Por eso no pudimos rechazar su sacrificio final. Sabido es que un kamikaze del aire convence hasta al más dudoso de los terrestres y nosotros, que confiamos en las señalas sobre todo si vienen desde el cielo, hemos sucumbido a sus argumentos de plomo. ¿Cómo? Así:
Estando el diseñador del festival y el que esto suscribe en pleno debate sobre la imagen que debiera ilustrar nuestra próxima edición dedicada al vuelo y a volar, y habiendo rechazado varias por su falta de energía o desvío del concepto… estando, como digo, en plena crisis de ideas, el cristal de la ventana del diseñador recibió la visita de la imagen de este año: una curruca en despiste otoñal venía a solucionar esa indecisión al llamar nuestra atención tras estrellarse frontal y con violento estruendo contra el vidrio del estudio, en una acción póstuma tan llena de enigma cómo de claridad. De ahí nuestra duda de inicio, ¿vamos nosotros a la imagen o es la imagen la que viene a nosotros? En este caso está clara la respuesta. Se trata del vuelo inverso, el de la imagen hacia la imaginación, esa dirección contracorriente que tanto amamos en nuestro carné de identidad de Punto de Vista. Desde nuestros inicios hemos creído y apostado por la alteración de rumbos y siempre hemos dado cabida a la realidad menos esperada. Ahora, fieles a esos principios, no hemos podido negarnos a la entrada de esta imagen o, mejor dicho a su irrupción, en la iconografía de nuestro festival.
Está claro que las musas, sobre todo ante una sordera, deciden abatirse sobre el ser que deben inspirar, deseosas de entrar en escena. Y si hasta ahora Punto de Vista tenía sus santos de devoción, a partir de hoy cuenta con su primer mártir: un héroe que ha dejado su latido por acompañarnos en nuestras próximas fechas de marzo y que será como apuntábamos más arriba el representante en la tierra de nuestras ideas celestes. Esta curruca de apenas 14 centímetros, de plumaje inmaculado y antifaz oscuro, cazador aéreo y barredor del aire, acoge y resume de un vistazo -más bien en un gesto sin retorno- todo el relato sobre el que va a girar este año nuestro certamen. Sí, el tema de este año es el deseo de volar. Para ello, un programa de películas nos elevará a los cielos para contemplar el devenir del viento y el paso de las nubes; nos contará las andanzas de aviones, halcones y demás habitantes del aire, nos pondrá en órbita al hablar de la necesidad de abandonar la tierra por instantes y de ese sueño de ligereza que el ser humano siempre ha envidiado en las aves. Punto de Vista 2017 hablará de Volar, como Punto de Vista 2015 lo hizo de las Islas y Punto de Vista 2016 lo hizo sobre el Tiempo. Nuestro pájaro-cartel nos invita a ese viaje por los aires con su gran contradicción, su vuelo interrumpido resume a la perfección de qué hablamos cuando hablamos del vuelo, precisamente al mostrarnos su interrupción. Volar esconde al hombre y todos sus interrogantes. Como decía el poeta, la muerte alada es doble muerte / ya que echa por tierra lo que no debería sino rozarla.
La culpa de todo esto la tiene la pulcritud, podríamos decir para rematar. Al poner en común la escena de nuestro querido aviador, lo primero que se me ocurrió decirle al diseñador fue lo siguiente: “Eso te pasa por tener los cristales tan limpios, que parecen aire”. Así es. Sin esa transparencia etérea no hubiéramos celebrado este regalo tan mágico. A partir de ahora, a nuestras herramientas de trabajo, lapiceros, borradores, after design, tijeras, bolígrafos, cuadernos… hay que añadir siempre un buen limpiacristales. Solo así se producirá de nuevo el milagro. Hay que estar dispuestos a permitir la visita de los que parten con más firmeza que nosotros en busca de una luz final.
Y una duda con la que terminar, ¿quién es el autor de esta imagen? Duda que enlaza con la pregunta que nos hacíamos al inicio. Si en este caso es la imagen la que ha venido a nosotros, el autor no es otro que el propio pájaro. Para él van entonces todos los derechos y el copyright. Nuestra intervención se ha limitado a escanear su hazaña. No hay foto aquí, ni retrato, solo un cuerpo real. Por eso, no es extraño que nadie firme el cartel de este año. La imagen es su misma firma. El pájaro, su propio autor. Como si fuera un documento digital, el escaneado subraya esa materialidad y fisicidad. Somos un festival de documentales. No existe la creación. Es un pájaro, un pájaro de verdad, de carne y hueso, y pluma y pico y alas. Palpable. Sentible. Vivible.