¿Cómo organizar una retrospectiva de un cineasta que no hizo ninguna película? ¿Cómo armar una serie de programas que nos desvelen sus ideas en la pantalla? ¿Estaremos ante el gran heterodoxo? ¿Alguien que no culminó ningún filme consciente de que la idea siempre era superior al resultado? En Punto de Vista, como amantes que somos de los retos, nos hemos lanzado al vacío y hemos acogido el riesgo que supone llenar cuatro tardes de cine dedicadas a la obra inexistente de Jorge Oteiza.
Un verso, una escultura fronteriza, un recorrido geográfico, los apóstoles, una casa… son algunos de los motivos de inspiración que presentan los cineastas de estas primeras sesiones que dedicamos al escultor-poeta-cineasta… al artista, en una palabra, Jorge Oteiza. Con el título robado a nuestro mentor del festival Jean Vigo, este a propósito quiere ser un sentido homenaje y demostración de cómo un cineasta como Oteiza, a pesar de no tener cine propio, no ha dejado de provocarlo en los demás. No se trata aquí de los documentales que se han hecho en torno a su figura y obra, no es el cine que explica su vida y milagros, sino el cine que nace de él para establecer obras particular es de cada autor, obras derivadas en siete miradas diferentes que parten del universo oteiciano pero no se quedan necesariamente en él. Es el cine de Oteiza como musa, dividido en dos sesiones, un cine personal y libre que, sin duda, él mismo soñó también con hacer.
“En el cine se oculta el hombre, como nos ocultamos de niños en un agujero en la playa. No hay diálogo posible con el hombre actual que busca escapar de la dura realidad. Si le esperamos en la estatua, él no viene. Si estamos en la novela, tampoco entra. Pero el hombre que escapa, entra en un cine. Es preciso, esperar a este hombre que huye y hay que ayudar, allí dentro del cine, de la narracion cinematográfica”.
Tercera sesión en torno al artista de Orio, en la que ofrecemos sus mayores y escasos –y por eso más valiosos- tesoros fílmicos de su archivo. Es una sesión construida a medida por el festival y jamás mostrada donde se pondrán en la pantalla dos superochos rodados por el mismo Oteiza y grabaciones sonoras que dejó con instrucciones e ideas sobre la creación fílmica, junto a alguna que otra emotiva sorpresa, como Oteiza cantando en euskera Iru gabean, una canción escrita por él mismo que luego musicó el grupo Oskarbi. La sesión se compone principalmente de dos archivos sonoros y dos filmes, además del cortometraje dirigido por Nestor Basterretxea Operación H, donde Oteiza tuvo una participación en algunas ideas y en la realización, y que como obra final resulta importante para lo que esta sesión propone que es dar a conocer los balbuceos fílmicos en bocetos e ideas llevados a cabo por el artista.
Última sesión dedicada a Oteiza y que mezcla al artista vasco con el tema del festival de este año, el vuelo, en este caso a través de las imágenes y el teatro. Un Oteiza de carne y hueso nos desvelará sus teorías sobre el vuelo ante un animal alado, en las profundidades de una cueva que recuerda al cielo o en sus ideas de un cementerio como un aeropuerto vacío. Oteiza hablaba mucho sobre el vuelo y escribió varios poemas como el bello Sé que volaré. Como bien dice el poeta Carlos Aurtenetxe. “En Oteiza todos es caída, hasta el vuelo”. Y como culmen final de este vuelo sin destino, la luna. Bil Argi para el estudioso del preindoeuropeo que decía ser Jorge Oteiza, no la luz de los muertos como ha quedado en el euskera actual il argi, sino una luna más cinematográfica, bil argi, traducido como luz que se mueve y se aleja, una luna fugitiva como la que veremos a continuación de esta gala en el filme final: Nuestro siglo de Artavazd Pelechian. El vasco y el armenio unidos por el vuelo hacia lo desconocido.