Oteiza, cineasta sin cine

¿Cómo organizar una retrospectiva de un cineasta que no hizo ninguna película? ¿Cómo armar una serie de programas que nos desvelen sus ideas en la pantalla? ¿Estaremos ante el gran heterodoxo? ¿Alguien que no culminó ningún filme consciente de que la idea siempre era superior al resultado? En Punto de Vista, como amantes que somos de los retos, nos hemos lanzado al vacío y hemos acogido el riesgo que supone llenar cuatro tardes de cine dedicadas a la obra inexistente de Jorge Oteiza.

Como ya conoce nuestro público más fiel, Heterodocsias es la sección del festival dedicada a los cineastas de nuestro país que más arrinconados se han quedado –por injusticia del olvido- o de los que poco o nada se ha tratado en los festivales o proyectado en las salas –por la misma inmemoria-. Y Jorge Oteiza es sin duda el heterodoxo en el cine por excelencia, alguien que ni siquiera llegó a rodar ninguno de los muchos guiones e ideas del cine que concibió en su cabeza, pero que nos dejó un maravilloso y no pequeño legado de todo su cine potencial escrito en papeles, notas y guiones. 

Pero, ¿estamos ante un simple teórico? ¿Alguien que aboga, como él mismo dijo, por un cine de ideas más que por un cine experimental? No. Oteiza no es solo teoría. Como veremos, es pura práctica, aunque solo viva en el boceto y no ruede ningún plano, todo su cine anotado está intencionado y escrito al detalle –ver el libro que el Festival publica sobre sus notas manuscritas-. Si Oteiza no rueda es por varias razones: ante todo por las dificultades técnicas que tenía el cine en su época y que lo convertía en un trabajo necesariamente colectivo donde la fuerza del impulso individual creador se perdía en el proceso y quedaba diluida o torcida en el resultado final. Por eso su cine decide quedarse, voluntaria o involuntariamente, casi siempre en esa primera etapa de libertad balbuciente, no pasar del primer estadio en el que sigue fiel a su creador, pura y verdadera. Y por eso a veces se le oía gritar: “¡Cuando el cine avance técnicamente, que me avisen!”.

Entonces, nuestro programa de Oteiza se basa en tres caminos: el cine que ha nacido de sus ideas y que han filmado otros, como las dos sesiones que presentamos bajo el título A propósito de Oteiza, es decir, cine inspirado en Oteiza. Segundo, el cine que hemos hallado escondido en sus archivos en forma de películas de superocho rodadas por él mismo y grabaciones sonoras en torno a sus ideas fílmicas: los cine-tesoros de Oteiza presentados bajo el título El hombre que huye. Y por  último, la gala final del festival donde a través de las armas del teatro audiovisual nos acercaremos al inagotable creador de Orio en un cierre que lo relaciona con el cine y al mismo tiempo con tema del festival de este año, VOLAR, en una fiesta final bajo el título Oteiza y la luna.

Y por último, para nuestros extranjeros diremos que Jorge Oteiza es el escultor vasco por excelencia, junto a Eduardo Chillida, que nació en Orio en 1908, un pueblo de la costa de Gipuzkoa cercano a San Sebastián y que ganó el premio internacional de escultura en la Bienal de Sao Paulo en el año 57. Su obra, al contrario de lo que se venía haciendo, se basa en una propuesta radical sobre el vacío y las desocupaciones –como su cine que apuesta por el instante, dirigido a un hombre vaciado de memoria-. Les contaremos además que decidió abandonar su carrera de escultor en 1963 cuando ya vio que había concluido todo su discurso en esa disciplina y reconoció con gran honestidad que ya no tenía nada nuevo que aportar. Entonces, pasó a dedicarse en cuerpo y alma a la poesía y al cine, a la técnica masiva del cine como decía él mismo, donde esperaba atrapar al hombre que no había conseguido atrapar ni en la escultura ni en la poesía. Así, esa deriva al cine y ese abandono de la escultura responde a una lógica experimental, no a un capricho. Decía por ejemplo que el primer filme en el que trabajó era en realidad su última escultura: Acteón, el único guion de largo que hizo y que se llevó a las pantallas (pero dirigido por Jorge Grau y con un Oteiza tan enfadado por el resultado final que pidió que le retiraran de los créditos). “Yo he sido escultor en el cine”, nos contaba este artista total, borrando todas las fronteras que hacen a las artes estancas y cadáveres de sí mismas. Ante eso, presentaremos aquí al Jorge Oteiza lleno de vida y resucitador, tan paradójico como genial, como un gran cineasta sin cine pero lleno de él. 

Promueve
Gobierno de Navarra
Organiza
NICDO
Con la ayuda de
Con la financiación del Gobierno de España. Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales Acción Cultural Española Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia Financiado por la Unión Europea. NexGenerationEU
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