Hace unos años, Jonathan dio a una de sus lecciones de cine el nombre: Sobre ser humano. Lo humano, para Jonathan, rara vez es algo exclusivo. Comprende al animal dentro (y fuera) de nosotros. Incluye el brillo finito y el paso inexorable de las estaciones del año, así como las contingencias y convulsiones de los diferentes paisajes culturales y naturales. Como artista y como persona, le fascinan la infancia y la vejez, y las perspectivas y descubrimientos de cada una de ellas. En sus películas, a veces comenta las insensateces políticas o psicológicas de la humanidad a través del sonido o la animación, pero con mayor frecuencia explora los espacios emocionales a través de gestos y topografías domésticas y de otros lugares lejanos.
Si las películas de Jonathan tienen una edad, esa es la infancia. Encarnan su propio asombro infantil ante el mundo y la magia del celuloide: sus movimientos rítmicos, sus conexiones intelectuales, su paradójica detención y desbloqueo del tiempo. Y un foco recurrente de su atención cinematográfica es la infancia de su hijo Henry y sus amigos. El hecho de convertirse en niño está cargado de curiosidad, pero también de “una cierta inquietud” (por citar el título de una de sus miniaturas; A Certain Worry) –la inquietud del niño, pero también la del amoroso padre/artista que observa la existencia de su hijo y revisita su propia niñez tres décadas y media después.
Si las películas de Jonathan tienen una estación, esa es el invierno. Puede ser un invierno que apenas se desprende del otoño, o un invierno de sonidos nítidos y texturas blancas y sólidas, o incluso un invierno en decadencia con la promesa de una primavera incipiente que se abre paso a través de las superficies heladas. Su cámara repetidamente converge con cuerpos que patinan, con la excitación de los saltadores de esquí, con paisajes envueltos en nieve y hielo. Pero el invierno también puede ser duro; se congela, se detiene y se enfurece ante los flujos de emoción; trae consigo las fisuras y las crisis de la vida posterior, como insinúa en una de sus últimas películas.
Por encima de todo, las películas de Jonathan son encuentros con la vida en su constante discurrir. En sus diarios de viaje, son encuentros con lugares que sabe que no puede abarcar, solo aludir a ellos. Aquí encuentra o provoca gestos y miradas que al mismo tiempo revelan y ocultan, pero son una prueba del intercambio fundamental en su idea de lo que significa ser humano. Y es que, el encuentro de miradas, a veces torpes, a veces cautivadoras, siempre tiernas, es vital en toda su obra. Varias de sus películas no son solo encuentros en la diégesis de la película, sino misivas después del hecho, dedicadas como regalo a su hijo, a su esposa y a su pareja en los últimos tiempos de su vida. Y cualquiera que sea su contenido ostensible, todas ellas son exploraciones del ser humano y de su devenir –un ser-con-otros que debe reconciliarse con su propia transitoriedad–, y un devenir que se manifiesta, en parte, como un proceso de aparición y desaparición.
Combinando su radical espontaneidad en el gesto con su atención a la forma cinematográfica y al montaje, las películas de Jonathan actualizan el paso del tiempo a través de una devoción al presente, a la presencia. Pero esta presencia lírica es consciente, simultánea y constantemente, del inexorable paso del tiempo y de la ansiedad que provoca la inevitable mortalidad. El caprichoso y contagioso sentimiento de asombro de Jonathan, tanto en sus películas como en su vida, se mezcla con episodios de angustia. Es “difícil aterrizar” como él dice –pues algunas cosas desaparecerán. Y debemos actuar “como si aferrándonos pudiéramos salvarnos” por citar a uno de sus poetas favoritos, Galway Kinnell.
Yo también me aferro a mis recuerdos de su espíritu burlón y amable, y a sus películas, como regalos que encarnan, igual que él, apariciones y desapariciones.
Irina Leimbacher
(Irina Leimbacher es académica y curadora cinematográfica ocasional que enseñó con Jonathan Schwartz en el Keene State College durante los últimos nueve años)
Jonathan Schwartz (1973-2018) fue cineasta, profesor y una fuente de inspiración para todos sus amigos y estudiantes. Incorporó materiales recuperados y recopilados en muchas de sus películas y, simultáneamente, desarrolló su singular visión en 16mm a través de íntimos intercambios con sus temas, sus gestos manuales, sus superposiciones in-camera y una profunda atención a las cualidades efímeras del mundo que nos rodea. Ya sea en sus cortometrajes collage o en las películas que filmó en su casa, en sus muchas caminatas, o durante sus viajes cinematográficos a Israel, India, Turquía o Islandia, su trabajo encarna, al mismo tiempo, una devoción a la variada fugacidad de los mundos externos y una capacidad de respuesta gestual a los estados internos profundos y evanescentes. Incorporando, en ocasiones, textos poéticos con una textura oral y renunciando totalmente, en otros momentos, a las palabras, sus películas nos laceran y nos consuelan a medida que nos enfrentamos a su singular fluctuación cinematográfica entre la pena, el placer, la preocupación, el amor, la desesperación y la exultación.
Irina Leimbacher
Programa 1: Sobre ser humano
Este programa de ocho películas de Jonathan Schwartz ofrece una visión general de su trabajo cinematográfico. Incluye una temprana película de collage, así como visiones íntimas de la familia y el paisaje y los viajes filosóficos, tanto interiores como exteriores. En sus gestos cinematográficos que capturan lo sublime, lo absurdo y lo abyecto en los ciclos de la vida, evoca la euforia y la tristeza del ser humano.
Programa 2: Nada ha terminado
El segundo programa de películas de Jonathan Schwartz y algunos de sus amigos explora más a fondo las formas del tiempo y la transformación. Ya sea evocando la infancia, la naturaleza o nuestra propia mortalidad, Schwartz y otros evocan asombro e inquietud mientras sugieren lo efímero del ser encarnado, pero también las gruesas capas de su frágil temporalidad. Una flor, un momento de la infancia, una imagen, un mundo… todo perecerá. Hasta que otro emerja en la paradójica reencarnación de la película. Películas de Schwartz y Ute Aurand, Vanessa Renwick, Rebecca Meyers, Janie Geyser.
Programa 3: Misterios dentro de los hechos
El tercer programa de películas de Jonathan Schwartz se centra en la mirada del viajero. Muchas de las obras de Schwartz fueron gestos de exploración peripatética y una búsqueda de la chispa de la conexión a través de la diferencia. En películas rodadas en la India, Turquía e Israel, Schwartz se interesa por los detalles y las contradicciones de la vida cotidiana, y a menudo provoca tiernos intercambios no verbales con la insistente curiosidad de su bolex. Películas de Schwartz y otras formas de viaje de Jodie Mack, Ben Rivers, Ben Russell.