Lo comunitario y lo artístico asociados a una idea de justicia que nos afecta tanto a los seres humanos como al medio en el que estamos inmersos es algo presente, de modos distintos, en el corazón de las dos retrospectivas de este año.
Este programa es una introducción a la obra del cineasta Peter Nestler. Su título se ha tomado prestado de un poema del poeta comunista alemán Johannes R. Becher, escrito en el exilio entre 1941 y 1944. Nestler lo citó en un texto sobre la responsabilidad del cineasta y la crisis política en Chile en 1970. La llamada a la resistencia, la esperanza y el cambio han sido una constante en la obra de Nestler desde que empezó a hacer películas en los primeros años sesenta de siglo pasado.
Este programa de cine se asoma al abismo que nos separa hoy de los árboles, atiende a la producción de bienes esenciales a lo largo (y ancho) del tiempo y, en consecuencia, rinde homenaje a la improductividad originaria, a los modos de producción no industrial, a las economías de subsistencia y a los animales. También a algunos humanos, todos ellos artistas de lo suyo. ¿Por qué? Por amor a nuestro mundo, en defensa de nuestro mundo, por agitar el deseo (o la imaginación) que hace falta para defenderlo, para que las islas de Samoa o el delta del Orinoco no desaparezcan bajo las aguas, para que Sicilia o el valle de Traslasierra no desaparezcan bajo el fuego. Aunque vayan a desaparecer. Y porque, como rezaba un cartel encontrado en la ribera baja del Ebro a principios de los setenta: «Llaman milagro al desarrollo, pero el milagro está en el reparto».