Det stora äventyret
Arne Sucksdorff
Suecia, 1953, 94 min, sueco
Las historias de zorras que roban gallinas tienen un prólogo, aunque siempre se omita. La gran aventura nos lo enseña, por fin: la zorra roba gallinas porque ya no puede cazar en el bosque. Al bosque ha llegado un lince que se la quiere comer, expulsado de su bosque habitual a causa de, tachán, la deforestación. Así empieza en realidad el conflicto fronterizo entre el bosque y la granja, que reciben el mismo sol y la misma lluvia pero no los reciben igual. Cerca de los árboles, el espectáculo es el del hambre y el contacto puros. Arne Sucksdorff esperó a los animales de su película pacientemente, durante años, para atraparlos en una ficción: la zorra, personaje trágico; la nutria, personaje cómico, a menudo precedido de la correspondiente musiquita. Cuando los filma en primer plano, lucen tan cautivadores e inaccesibles como cualquier star de Hollywood. Lejos de los árboles, en la granja, el espectáculo es el de la civilización: trabajo, propiedad y armas. Hay, no obstante, un punto de encuentro y son los niños, los transfronterizos, Anders y Kjell. Salvan a la nutria del ardid de un trampero y se aventuran a… domesticarla. Será su secreto, la puertecilla que da a una existencia paralela, donde «juegan a indios y vaqueros y los adultos son los blancos». Claro. Ellos, la nutria Utti, el bosque «que no se chivará», la ballena de Chris Marker y los warao son los indios. Anders, el mayor, descubrirá además los rigores de la domesticación. Siervo voluntario y absorto de día, de noche tiene pesadillas con el hambre aún pura, sin horario ni medida, de Utti. La nutria deberá marchar para que el niño pueda seguir siendo un niño.