Después de dos documentales en torno a las figuras de Pierre-Auguste y Jean Renoir y Maurice Pialat, Anne-marie Faux realiza la que podríamos llamar su primera película propia, film que nace de la impresión que le produce leer las cartas que Rosa Luxemburgo escribió desde la cárcel. En la lectura de estos textos, que parecían dirigirse a ella, encontró sonidos y planos, palabras materialmente reveladas que había que recuperar y traer al presente. Así surge Hic Rosa, partition botanique, que en su misma idea de partitura revela la belleza y la poética de su aproximación cinematográfica.
Hay en las cartas de Rosa Luxemburgo una relación con la naturaleza y los animales que inspira una manera de filmar, de observar una brizna de hierba o la rama de un árbol; detalles que la mayor parte de nosotros olvida mirar, y que tanto para Rosa Luxemburgo como para Anne-marie Faux, suponen una manera de estar en el mundo, una posición política por encima incluso de la revolución que la activista alemana convirtió en una razón de vida.
Anne-marie filma en super-8, con los últimos rollos de película Kodachrome 40 antes de su descatalogación, recordando la advertencia de Cézanne de que «todo está a punto de desaparecer»; por eso las rosas en sus rosales se vuelven borrosas cuando acaba la lectura de ciertos pasajes y las palabras se desvanecen en el aire.
Si Hic Rosa, partition botanique es una partitura silenciosa, Face au vent, partition buissonnière es una partitura musical hecha de múltiples voces. Aquí, en su película más personal, las memorias de su infancia se entrelazan con pasajes literarios y canciones de Colette Magny que arropan el relato. Esta sucesión de escenas recordadas o evocadas, reales o ficticias, dan forma a un segundo film-partitura compuesto junto a un ensemble de amigos y cómplices, dentro y fuera de la pantalla, donde unos leen, otros escuchan y otros simplemente están; donde Chaplin, Ozu o Godard, forman parte del álbum familiar; y donde Anne-marie aparece en escena por primera vez, leyendo o en silencio, siempre pensativa, siempre algo melancólica. Autorretrato que desde ahora veremos en cada nuevo film.
Película de gran belleza y sensibilidad, donde también se percibe la cercanía y admiración por Jean Luc Godard, con quien Anne-marie trabajó en la dirección de arte de Hélas pour moi (2003).
Ambos films despliegan sus partituras en la pantalla para un espectador que no debe solo ver y escuchar, sino también interpretar una forma diferente de música visual.