En Siam, hoy Tailandia, una familia deja atrás su aldea y se adentra en la selva llevando consigo su estilo de vida neolítico, definitorio de lo humano, aún atornillado a todos los cerebros: agricultura, ganadería, plantas y animales domesticados; cestería, recipientes para ir acumulando. Claro que... la selva no está vacía. Los pioneros de nuestra especie son, en realidad, los últimos en llegar a lugares ya plenos de existencias y relaciones. Introducen ganado y mascotas, y otro orden: al pasar de depredadores a productores, deben proteger a los animales que tienen valor para ellos de los depredadores en vigor. Hollywood impone el discurso del progreso a base de intertítulos, pero no lo secunda con la mirada, que es infantil, que cree en el juego y juega. En South, la realidad transformaba la aventura polar en una cuestión de supervivencia; en Chang, la ficción transforma la mera supervivencia en una aventura y se suceden los ardides, de trampa en trampa hasta la gran trampa final, y los animales más carismáticos que existen filmados como nunca antes. Leopardos, tigres, elefantes. Según el discurso hay que matar o proletarizar, pero Cooper y Schoedsack incluyen a los animales en el juego cinematográfico, los distinguen y los hacen actuar y, de paso, nos hacen caer en que no siempre nos alegramos de que la maña venza a la fuerza.
Los fusiles que inclinan la balanza en Siam —fusiles desigualadores— no son nada comparados con los adelantos del orden industrial. Sabemos muy poco de la vida de Topsy, elefanta asiática (se nota en las orejas) que trabajaba en un circo americano. Parece que la maltrataban y que mató a un hombre. La vendieron al parque de atracciones de Coney Island y allí la volvieron a maltratar, se convirtió en «una amenaza» y sus dueños decidieron ejecutarla, ahorcándola. La Society for the Prevention of Cruelty to Animals protestó contra el método, por motivos similares a los esgrimidos a favor de la silla eléctrica, y acabaron electrocutándola. Miembros de la Society presentes aquel día dijeron que «nunca habían visto una forma más humana de causar la muerte». El cine, ante esto, en esta película, es también ciencia aplicada y registra el concretísimo desplome de un animal entre volutas de humo y, sin querer, una síntesis de la modernidad. Empezaba el siglo del todo es posible.