Un viaje pendiente durante largo tiempo a la ciudad argelina de Bugía —V'gayet en cabilio; Bougie en francés—, sucede por fin.
En tono epistolar, Anne-marie se dirige a una persona que no es otra que su yo futuro. Citas literarias se intercalan y combinan con las reflexiones y recuerdos que este viaje inspira en la cineasta, en un collage que habla de la revolución, del amor, de la infancia, de Argelia, de esta ciudad tan joven que es Béjaïa, de la lengua, del cine…, donde poco importa de dónde procede un pensamiento, porque unos y otros (con)fluyen en un tiempo nuevo y en un nuevo espacio, en la dimensión abstracta y atemporal del film.
Atisbos de Béjaïa, a menudo a través de ramas o celosías, asoman con los sonidos urbanos de fondo: un muecín, una motocicleta, voces pasajeras, golondrinas, el ruido de las olas de un Mediterráneo omnipresente… La imagen se esconde detrás de contras y barandas mientras el pensamiento se despliega entre las ramas de árboles. le bruit du temps, Messaoud es tan intrincada como misteriosa.
En su última película, Ostinato al-Ándalus, Anne-marie regresa a Argelia para filmar y pensar el Mediterráneo como espejo de lo que somos y de donde venimos, como reflejo de una historia y una geografía. Un mar que puede ser azul o negro, y que es distinto en Nápoles y en el Líbano.
La visión de este mar se repite en distintas texturas y bajo distintas formas, insistiendo en su condición de región diversa y plural. Cuna de civilizaciones, histórica ruta comercial, dramático cementerio… El Mediterráneo es tan mítico como terrible. Guerras y migraciones resuenan en una nueva partitura en la que el ostinato funciona, no solo como recurso musical, sino como un recurso para explorar y reafirmar la identidad.
Mientras un coro de lenguas y acentos detalla algunos de esos episodios, la imagen se reduce a lo esencial. El Mediterráneo puede existir tan solo en una cortina azul.