Primate
Frederick Wiseman
Estados Unidos, inglés, 1974, 105 min
Hacia el final de Primate un hombre de ciencia parafrasea a otro, ya muerto y consagrado, y sentencia que «toda investigación inútil es útil». Los noventa y cinco minutos anteriores, sin embargo, invitan a plantear algunas dudas: ¿Útil para quién? ¿Los investigados cuentan? O ¿cuánta inutilidad puede permitirse el utilitarismo? O, incluso, ¿dónde acaba la ciencia, dónde empieza la superstición? En el Yerkes Primate Research Center coexisten primates humanos y no humanos. Los segundos son el objeto de estudio de los primeros y están encerrados en jaulas, rehenes de nuestras preguntas (la eterna pregunta por el origen de la humanidad) y de nuestros problemas (el coyuntural problema de la inseminación artificial). Gorilas, orangutanes, babuinos, chimpancés, macacos Rhesus, monos ardilla: reconocemos a los primates no humanos y al mismo tiempo son como alienígenas, figuras negras sobre un fondo blanco, criaturas sin mundo, criaturas a las que se ha despojado, justamente, de su mundo. Pero, ay, estos alienígenas cogen las cosas con las manos y miran a cámara igual que haría un niño pequeño, sosteniendo la mirada, sin doblez. Es su semejanza con nosotros lo que decide su muerte y, peor, también su vida. No es más insoportable la vivisección de un mono ardilla que el corredor de la muerte de los monos ardilla. Sobre todo para los propios monos. Demos gracias a Frederick Wiseman por investigar a los investigadores y por, una vez más, meterse hasta la cocina y traernos esta inagotable fuente de pensamiento y sentimientos. Aunque no es el único al que dar las gracias. ¿Por qué se llama «Rh» el factor Rh, por ejemplo? Pues eso.