Zacharovannaya Desna
Yuliya Solntseva
URSS, 1964, 77 min, 70 mm, color, ruso
[Salvo milagro de última hora, El Desná encantado no se proyectará en Pamplona. La única copia localizada es un positivo de 70mm y los proyectores de 70 mm son un bien mal repartido y cada vez más escaso. No la hemos apartado del programa porque ocupa un lugar irremplazable en él y porque merece ser conocida y reconocida, distribuida por doquier].
En palabras prestadas: Cuando era pequeño, la hierba era más alta que yo y estaba llena de cielo. ¿Dónde está el cielo de la hierba, ese cénit al alcance de la mano? La nube se ha elevado a una altura endiablada. Yuliya Solntseva baja para nosotras la nube inalcanzable, para que podamos sentir el sentir de los niños o incluso aniñar nuestro sentir. Filma los recuerdos de infancia de su marido, un artista célebre. No sabemos cuánta imaginación puso él al escribirlos, pero ella, que no estuvo allí, tuvo que poner toda. Y salió El Desná encantado: una película encantada y rebosante de deseo, capaz de arrastrarte por completo fuera de ti. En el Desná, el río, pasa la vida. La infancia y después la guerra y después el progreso, el hormigón. ¿Qué película favorable a la construcción de presas —favorable en sus formas, donde corresponde— te mostraría las sempiternas crecidas de primavera como las soñábamos de pequeñas, o sea, como una fiesta? ¿Es eso la dialéctica? Bajo la luna, dos caballos maltratados por el padre del protagonista, a quien el protagonista dedica apreciaciones lindísimas, se acuerdan del tiempo en que aún tenían alas. ¿Hacer sitio a todo el mundo, es eso el comunismo? Sí, y antes que nada un asunto de percepción.