Esta pieza se basa en la obra escultórica Los catorce apóstoles de Arantzazu y en el poema Androcanto y sigo de Jorge Oteiza. Se trata de una interpretación de la obra de este artista, a través de la danza y la poesía, en la que se toma como eje conceptual la idea de la desocupación de la materia. El cuerpo como materia escultórica y lenguaje poético, un ballet de cuerpos creando espacios para llenarlos de espiritualidad. El poema deviene el soporte para el movimiento, en una narración visual cargada de simbolismo: las briznas de hierba simbolizan los obstáculos, los dogmas, la intransigencia que se traspasan a través del espacio vacío. La piedra simboliza el material del escultor para cincelar la creación. Los apóstoles tumbados simbolizan los años de espera de la obra en la carretera de Arantzazu. El ballet de los apóstoles, ya en el friso, representa el movimiento de unión en la cooperatividad, en la diversidad, en un esfuerzo colectivo abriendo espacios de búsqueda. Los espacios vacíos son la salida.