Son los animales los que mejor clasifican el cine de Pema Tseden. En su última película, Old Dog, dedicada a un viejo mastín de pastoreo codiciado por las mafias urbanas, hay un momento fundacional en su carrera de cineasta: una oveja queda fuera del rebaño, separada del grupo por una valla y trata de encontrar durante un largo plano un hueco en la alambrada para retornar con sus compañeras. La oveja perdida va y viene desesperada por el cerco que la retiene, mientras sus compañeras se alejan en el horizonte y las va perdiendo de vista. Plano largo de minutos donde no existen ni el Corten ni el Acción y donde la realidad irrumpe con toda su carga de enigma. El director tibetano insiste: “lo mío son ficciones, no documentales”, pero la oveja descarriada le denuncia de pleno: cuando la realidad llama a la puerta, la mise en scène desaparece y el plano se aguanta hasta que la realidad lo pida. Falsa ficción, entonces.