El cineasta georgiano Otar Iosseliani será protagonista por partida doble en la 9ª edición del Festival Punto de Vista. Centrará un ciclo, dentro de Sesiones Especiales, en el que se han programado cinco películas: los largometrajes Y la luz se hizo y Un pequeño monasterio en Toscana; y los cortometrajes Tudzhi, Viejas canciones georgianas, y Sapovnela. Además, Iosseliani formará parte de la retrospectiva Chez les Basques, sobre el cine rodado en el País Vasco francés, donde se pasará su película Euskadi été 1982.
Con el espacio dedicado a Iosseliani, Punto de Vista reivindica una figura única en el cine actual, dueña de un estilo reconocible en cada plano desde sus primeros trabajos. Influenciado por Tati, Buñuel, Keaton o Renoir, su cine se caracteriza en lo formal por la agilidad en el uso de la cámara, el gusto por el plano largo, la profundidad de campo, la importancia del detalle y los espacios donde hibridan documental y ficción. Sus películas, pobladas por personajes fácilmente reconocibles, son un alegato a favor de la cultura tradicional y una denuncia de los perjuicios que acarrea la industrialización. Todo esto se evidencia en la selección de películas propuesta por Punto de Vista, un ciclo centrado en su obra documental.
En su primera obra documental, Tudzhi (1964), el georgiano filma una jornada laboral en la fundición donde él mismo trabajó entre 1963 y 1964. Y lo hace a través de una mirada respetuosa que enfatiza la épica de la dignidad del hombre frente a los elementos. Sapovnela (1959), traducida en nuestro país como El canto de una flor, supone el salto de Iosseliani al color. La evolución técnica que representa este filme también se traduce en un montaje adelantado a su época que parte de una coreografía floral hipnótica para reflexionar sobre los efectos castradores que provoca la civilización cuando irrumpe en la naturaleza.
Con Un pequeño monasterio en Toscana (1988) el director se vale de un espacio inmejorable para atrapar el tranquilo discurrir del tiempo a través de un montaje que mantiene el equilibrio entre el mundo terrenal y el espiritual. Y desde Toscana viajamos a la selva de Senegal subidos a los fotogramas de Y la luz se hizo (1989), la película más insólita y radical del realizador, donde se vale de personajes y conflictos de ficción para aportar una mirada documental sobre el fenómeno de la colonización y de paso criticar las consecuencias de la civilización moderna.
El ciclo dedicado a este cineasta se completa con Viejas canciones georgianas, una obra que comienza con un brindis y termina en canción. Iosseliani recorre el paisaje más montañoso de su Georgia natal preguntándose: ¿Qué hay dentro de las canciones antiguas? En el fondo, busca responder qué desaparecerá si esas voces ancestrales no se preservan. Y de una cultura antigua como la georgiana, el director pasa a otra no menos ancestral como la vasca, en Euskadi été 1982. Con esta película, programada en el ciclo Chez les Basques, el director propone un canto, un testimonio y un gesto de respeto hacia, como dice en la dedicatoria de entrada del filme, “este pueblo orgulloso y valiente que a lo largo de toda su historia ha conseguido conservar su originalidad y su lengua, la más antigua de Europa”.
Estudiante de matemáticas y música, Otar Iosseliani (Tbilisi, Georgia, 1934) comenzó a dirigir sus primeros cortometrajes en 1958 y realizó su primer largometraje en 1967, La caída de las hojas, una crítica al sistema político corrupto premiada en Cannes. Comenzó la década de los años 80 exiliándose en Francia, donde realizó proyectos para televisión y terminó firmando algunas de sus películas más celebradas como Los favoritos de la luna (1984).