Los testimonios del fraile vasco que confesaba a los fusilados de la revolución cubana en el próximo FOCO Punto de Vista

Los testimonios del fraile vasco que confesaba a los fusilados de la revolución cubana en el próximo FOCO Punto de Vista
23/05/2016
"No es fácil ser espectador de una batalla que se desarrolla en los espacios interiores de uno mismo". Nos dice Javier Arzuaga, fraile franciscano de Oñate que colgó los hábitos tras sus profundas crisis de fe, entre otras las que le provocó ver ante sus ojos morir en el pelotón de fusilamiento a 55 prisioneros en los inicios del triunfo de la revolución cubana en La Cabaña, el principal centro presidiario en La Habana y cuartel general del Che Guevara.

"No es fácil ser espectador de una batalla que se desarrolla en los espacios interiores de uno mismo". Nos dice Javier Arzuaga, fraile franciscano de Oñate que colgó los hábitos tras sus profundas crisis de fe, entre otras las que le provocó ver ante sus ojos morir en el pelotón de fusilamiento a 55 prisioneros en los inicios del triunfo de la revolución cubana en La Cabaña, el principal centro presidiario en La Habana y cuartel general del Che Guevara, que, según el relato del fraile, contemplaba todo desde una ventana a la distancia y discutía con él bravamente sobre el sentido de estos ajusticiamientos.

¿Cómo es posible que alguien permanezca en pie, muerto y en pie, tras la descarga de los tiros finales? ¿Qué hacer cuando el ajusticiado no muere del todo y en un grito casi póstumo clama por la justicia? ¿Cómo mirar a los ojos de la estatua de Cristo tras haber visto al hombre matar a otro hombre? ¿Cuándo terminan de supurar esas cicatrices del mundo? ¿Y las propias?

Javier Arzuaga va tejiendo estos y otros interrogantes en un relato tan desgarrador como honesto y profundo. Él era el último asistente de estos reos en La Habana, la persona que despedía finalmente a los condenados a muerte por los revolucionarios y a veces cumplía sus últimas voluntades, como la de un preso que le pidió que, tras ser fusilado, regalara sus zapatos a un mendigo de La Habana sin contarle ni desvelarle la procedencia de ese calzado. El cura perdió su vocación tras una gran crisis de fe provocada en gran parte por estos episodios y lo convirtió todo en un poemario de versos tan descarnados como subterráneos bajo el título A la medianoche. Ahora, dice, solo cree en el misterio.

El filme sigue el relato con un aire de una larga confesión, un rosario lento de un hombre que se siente un náufrago con la fe hecha añicos y que lleva su pasado grabado “como se graban con hierro las reses”, hasta sus días actuales de vida en paz y armonía con su familia en Atlanta.

Angel Gonzalez Katarain, realizador de este documental, en una labor encomiable rescató ese libro de versos perdido y lo convirtió en una película que no se ha visto lo que debería verse. Junto al relato de Arzuaga como testigo de la muerte en Cuba, Angel nos ofrece unas notas personales suyas propias, generosas e íntimas que caen como la lluvia en forma de pinceladas musicales. La película está musicada con el piano que se encerró a tocar él mismo, de noche y a luz apagada, el día que mataron a su hermana, Yoyes, en Ordizia.

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