Film de madurez y de maduración. Los bebés protagonistas pasan a ser niños, crecen, dejan la teta de su madre, continúan ya caminando solos, y en algún sentido vemos también cómo van creciendo sus juegos, del tractor de juguete en edades muy tempranas se pasa al juego en plena naturaleza, cuando basta un río y una tabla para practicar la invención del mundo. Un niño que sonríe con sus nuevas botas katiuskas, la felicidad de caucho; una niña que se esconde tras una cortina, la máxima graduación del juego. Margaret Tait nos ofrece en todo este baile de relaciones 20 minutos de progresión y gloria humana, una película concebida como una carta que encierra el Tiempo con ternura.