Gracias a Khaldiya de 17 años visitamos el campo de refugiados de Za’atari en Jordania, un mar de lonas y casas prefabricadas donde la distancia final no abarca ningún horizonte. “Cuando filmo me siento importante”, nos confiesa. Su ejercicio de diario filmado tiene la riqueza de desdoblar su voz e imaginar desde el presente un futuro no muy lejano. Con la novedad además de observar ciertos cambios positivos en un campo de refugiados: los niños se activan más, empiezan a jugar con las manos, sin juguetes, ya no temen a la oscuridad y encuentran más amigos… pero… de nuevo la luna, con su gran misterio final.