El valle del río Hudson, que en mitad del siglo XIX fue uno de los principales paisajes elegidos por los pintores del romanticismo norteamericano, es recorrido hoy desde los aires por dos drones que pone en órbita el cineasta neoyorquino Anton Ginzburg. Con pinceladas que son esta vez mecanizadas, su primera conclusión es clara: desde el cielo se termina la perspectiva, las cosas se presentan planas, sin volúmenes, como aplastadas y sin fondos. La película es un vuelo alado a dos bandas con los drones dialogando entre ellos y compartiendo una mirada robotizada jamás vista hacia la naturaleza exhuberante del condado de Dutchess en el Estado de Nueva York.