Caldini juega al despiste con su título, ya que en el sonoro no hay instrumentos balineses sino los Seis Pianos de Steve Reich que le van a la perfección a este primer film volador. El cineasta argentino inventa un dispositivo a modo de una honda davidiana con la que ata su cámara y la hace girar y girar alrededor del paisaje mientras filma. Resultado: tierra, cielo, tierra, cielo, y de nuevo tierra, cielo, en un film circular que parece acompañar al planeta Tierra en su deriva de rotación y traslado. La cámara fuera del ojo humano como la mayor de las blasfemias a las normas de rodaje.