Al final de este filme no hay ni moraleja ni final feliz, simplemente realidad, pura realidad. Una madre y su hija se miran en el mismo espejo: ningún hombre ha durado en sus vidas. Y se cambian los roles. Primero una confiesa, después la otra, en un filme que incluye su making of como parte del contenido y resulta un psicoanálisis no exento de comedia sobre la mujer independiente. Gran silencio. El filme mira más hacia atrás y descubre que en cuatro generaciones pasó lo mismo: en esa casa los hombres no duraban, nunca han durado. La madre lo narra con orgullo, la hija tiene sus dudas.