La sublime fatica parte del encargo de filmar las esculturas de Miguel Ángel en el año triunfal del cuarto centenario de su muerte, para un cortometraje con Charlton Heston que originalmente acompañaría al estreno de El tormento y el éxtasis. En el último momento la Fox rompió el contrato, pero Emmer desvió el encargo hacia una mirada crítica e irónica del turismo masivo que comienza a invadir la Italia de los sesenta, subrayada por una música chirriante y la mirada obsesiva de la cámara con gran angular, en diálogo con los versos escritos por el escultor en el siglo XVI.
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