Colaborador: Hiroko Inoue
Editor y co-autor: Gregor Bartsch
Diseño sonoro y mezclas: Jonathan Schorr
Color: Till Beckmann
Directora de producción: Caroline Kirberg
Editora jefa de arte: Doris Hepp.
DOK Leipzig, Semana del Cine de Duisburgo, Festival de Cine de la Cuenca del Ruhr Blicke
Estreno Internacional
Uwe lleva 30 años viviendo junto a su mujer en las montañas de Miyama, al norte de Kioto. Uwe es alemán, e intérprete de shakuhachi en la diáspora, local y forastero al mismo tiempo. En su día a día, cultiva arroz y habla del Ruhr. Los sonidos de la flauta se arremolinan en el momento, el pasado irrumpe en el primer plano. ¿Qué pasará mañana? ¿Dónde seremos enterrados? Un fresco sobre el crecimiento y el paso.
El pequeño pueblo de Miyama, a cincuenta kilómetros de Kioto, atrae a muchos turistas por lo particular de sus construcciones tradicionales. Pero, por mucho que se trate de un pueblo especial, la actividad de sus habitantes no puede parar. Es preciso preparar y sembrar los arrozales, dar de comer a los animales, sacrificarlos, ir a cazar y a pescar, desbrozar y vallar los huertos, talar árboles en el bosque. Bajo el cielo encapotado, todo es frondoso y fértil, pero hay que trabajarlo. ¿Es todo trabajar en esta vida? Hay tiempo también para aprender a tocar los instrumentos tradicionales, para comer y beber con los demás después de los ensayos. Así ha sido desde hace generaciones. Los trabajos y el ocio se repiten para que la vida siga su curso. «Como soy japonesa —dice una de las vecinas—, al morir espero desaparecer», mientras recuerda el ciclo de floración anual de los cerezos. De modo que acompañamos a los habitantes de Miyama en esta serie de estampas casi costumbristas, que ilustran los ciclos cotidianos, hasta que nos damos cuenta de que, en algún momento inadvertido de la película, en algún corte entre secuencias, hemos llegado a percibir de manera sutil que su encanto reside en lo cíclico y no en lo dramático. Asistimos al proceso de las cosas sin querer saber adónde llegan; nace en nosotros una nueva disposición hacia la película.
En Miyama vive también un occidental, Uwe, un alemán que lleva treinta años en Japón. La primera señal que advertimos de su entusiasmo por el país es que es un solvente intérprete de shakuhachi, la flauta tradicional japonesa. La entrega que pone en todo lo que hace produce un efecto curioso: a la vez integrado y extranjero en ese pequeño rincón, Uwe parece el portador de la consciencia necesaria para que todo siga fluyendo sin interrupciones. Y sin embargo, una regla fundamental, y universal, dice que lo único permanente es el cambio. Este llega tan suave como el discurrir de los días. Será a través de Uwe como aprendamos, una vez más, que el cambio es el reverso de lo constante, que la insistencia en lo mismo genera consecuencias nuevas y que allí donde no hay variaciones hay parálisis. Toda una serie de misterios que nosotros debemos atravesar con un mismo espíritu.
Bárbara Mingo Costales