Primer salto en las geografías de Margaret Tait, en esta película la cineasta ya ha abandonado su isla natal y se encuentra rodando el cine que hizo y dedicó a su segundo paisaje: Edimburgo, un cine más urbano, más apegado al suelo, que enseña menos cielos pero no deja de incorporar elementos de la naturaleza hallados en pleno asfalto, como flores y gestos de paisanos. La nostalgia es verde y los filmes callejeros de Tait están llenos de escaparatismo, elogio del viandante y miradas a la calle desde la ventana. On the Mountain tiene la sorpresa y el acierto de presentarse además como esos peces que al abrirlos nos muestran que hay un pescado menor escondido en su interior. Así, la película se traga una anterior llamada Rose Street (1956) y la arropa y acompaña con otra corporeidad y esqueleto realizado en color y 18 años después. La calle donde Margaret Tait instaló las oficinas de su productora Ancona tiene una doble visita en el tiempo. Las mismas escenas se intentan repetir, lo que cambian sobre todo son las tiendas y los comercios. La mirada es la misma. Como siempre en estos filmes temporales, una triste constatación: el centinela del tiempo, ese gato que espera en la escalera junto a las botellas de leche , ya no está allí.