Estreno en España
Joseph lleva años recorriendo la ciudad con su carrito, con el que ha recogido toneladas de papeles y objetos de todo tipo, y ha poblado su piso de un caos laberíntico. Es un hombre de una elevadísima erudición. Le ayudo a poner orden en su casa.
Al principio no sabremos si estamos en un barco encallado del que hay que rescatar lo que podamos. Debajo de la lámpara que oscila en el techo se amontonan objetos de todas clases. ¿Son interesantes? Es la enorme cantidad, la acumulación, lo que los hace valiosos; eso lo comprobaremos en cuanto nos pongamos a recogerlos.
A la tarea demencial de poner orden, de elegir qué hay que tirar y si hay algo que se pueda conservar, se enfrentan un hombre y una mujer algo abrumados, pero con buen humor. Ella es la autora de la película, la realizadora belga Messaline Raverdy, y el desorden lo ha causado Joseph Rosenzweig, un viejecillo que ha hecho acopio de papeles, muñecos, cables, lupas, pero que parece más bien haberse estado trabajando un truco para convocar a una compañía que escuche sus disquisiciones, a alguien que lo mire.
En la película, compuesta a partir de grabaciones de vídeo y super-8 que combina con material de archivo, Raverdy nos ofrece el retrato de Joseph, cuyo discurso no es tan errático como podría parecer y que nos va contando su vida en fragmentos que encuentran una curiosa resonancia en otros tantos fenómenos naturales, tanto grandes como microscópicos. El mundo también acaba por verse como una acumulación de elementos, y que los ordene quien pueda, en esta película que pasa del detalle engorroso de la casa desordenada hasta la refrescante amplitud de los espacios abiertos, de los viajes en tren a través de frondosos bosques, de los saludos de bienvenida a las niñas que están por nacer.
Así hasta despedirnos de Joseph Rosenzweig a lo lejos, muy pequeño, mientras avanza encorvado desde una esquina del paisaje, protegiéndose con un paraguas del mismo sol que iluminó a Diógenes el Perro en cuanto Alejandro se apartó.
Bárbara Mingo Costales