Convencer a Werner Herzog de que locute un filme no es poco. Tampoco a Kjartan Sveinsson de Sigur Rós para que te haga la música. El gran poder de convocatoria de Ramin Bahrani se explica en parte por la denuncia que muestra abiertamente este filme. En él, Herzog nos narra en su bello inglés la historia de una bolsa de plástico que surca los aires en una loca carrera de amor a la búsqueda de su creador que termina con una fuerte crítica a un mundo y a un océano cada vez más contaminado. Un viaje por los aires que nos conduce a lo más profundo del ser humano. El aire no está tan limpio como lo pintan.