Estreno en España
El curso del río Guadalete en Cádiz, España, desde la sierra hasta el mar: un catálogo de paisajes que esconden otros paisajes, una colección de portales ( y postales) interdimensionales que fusiona acción real y animación.
¿Qué puede hacer una cineasta? La respuesta de Portales es clara: intercambiar con el mundo maravillas. Para hacerlo sigue de cerca al río Guadalete, desde la sierra de Cádiz hasta el Puerto de Santa María. A veces lo sigue a pie, a veces en auto, otras en lancha o bote dragón. A las maravillas que recibe —todo lo que puede haber dentro y alrededor de un río— les devuelve su peso en atención. Mira la luz, que todo lo toca, y en todo se refleja de manera diferente. Mira el río pero también sus fuentes, pequeñas cascadas y chorros. Captura esa luz, e imita esos sonidos, transformando este camino hacia el mar en un musical. Primero cantan los chorros y cascadas, después los instrumentos inventados, Duque misma y las Carceleras del puerto de Antoñita Peñuela. La música sale literalmente de las piedras y de ese ejercicio de amor constante: de capturar a intervenir. Portales imagina sobre lo que existe muchísimas otras cosas: animales y plantas tropicales, mapas de lugares remotos, geografías hermanadas. Imagina formas sobre formas, y crea con ellas montajes entre lo que es y lo que sólo una película puede hacer que sea. O sea: tomar un mundo que existe e inventarle canciones, ya sean sonoras o dibujadas. Casi no hay en esta película un plano sin intervenir, como si cada plano fuera una fiesta de lo que hay, tratando de inventarle algo que esté a su altura. El cine aparece en Portales como algo que puede aliarse con la naturaleza para producir ideas con los sentidos. Le da un propósito y una fe. Le da un rumbo, río abajo, hacia el mar.
Lucía Salas