Estreno internacional
Abril de 2020. En un mundo en el que estuvo prohibido reunirse con amigos durante un extenso periodo de tiempo, el director decidió rodar a diario: la modesta chispa de la vida cotidiana con la familia, fragmentos unidos para formar una carta para los amigos.
En sus primeros momentos, Radiance arranca como un vendaval de planos de apenas uno o dos segundos, un flujo incesante de imágenes domésticas en su mayoría: comida, juguetes, insectos, flores, nubes, lluvia, luces, sombras y, sobre todo, la hija del director. La voz del cineasta irrumpe en forma de carta a sus amigos, en la que explica lo que vamos a ver: durante la época del confinamiento pandémico, desde abril de 2020, decidió comenzar a filmar a diario sin mayor propósito que registrar el tiempo que pasaba con su familia. Durante todo un año, grabó imágenes cotidianas de su día a día, hasta donde su mirada podía alcanzar, desde los recipientes culinarios en los que hacían masa para galletas hasta el horizonte crepuscular a través del vallado de su casa.
Ver Radiance es como mirar un álbum de recuerdos anotados: su montaje intuitivo y sugerente construye un pequeño universo fantástico con delicadeza y ternura, y muestra que la capacidad de descubrimiento y asombro no tiene por qué tener límite. La voz superpuesta se dirige a sus amigos y seres queridos (algunos fallecidos, otros recién nacidos), a sí mismo y, en última instancia, a todos nosotros, mientras reflexiona con modestia y sentimiento a flor de piel sobre la vida, la muerte, el amor y la memoria.
Miguel Zozaya