Al igual que se habla de novela río, deberíamos hablar de películas río. Esta es una de ellas. Margaret Tait coloca su cámara en una superficie flotante y la deja bajar por la corriente y, como el salmón, remonta en busca del origen del arroyo Orquil. No lo encuentra, pero no le importa. Su aventura en su pequeño Nilo le lleva de un molino a los viejos puentes de piedra y a entretenerse en el retrato de los habitantes de las riberas, distintos pescadores y otros indígenas modernos. Del remanso a los rápidos con pausas en las orillas, el montaje sigue el mismo pulso del agua. Su película más narrada esconde también un estribillo que siempre funciona como su banda sonora más utilizada: en las películas de Tait siempre hay alguien que silba. En esta ocasión lo hacen como elogio al rumor del agua.