Filme del que nace la cabecera de este año de Punto de Vista y la joya del archivo fílmico de Jorge Oteiza, donde la mayoría de los superochos que se conservan no dejan de ser registros de archivo sin una intención fílmica, como la colocación de una escultura o la filmación de un día de regatas. Pero en este caso no es así. En Urbia, la película efectivamente comienza con un objetivo familiar –el registro de una excursion-, pero rápidamente se olvida y pasa a ser otra cosa. De ahí su gran valor. Jorge Oteiza recoge en un comienzo con su tomavistas a un grupo de visitantes amigos con los que comparten una excursión soleada en las bordas de las campas de Urbia, cerca de Arantzazu en Gipuzkoa. Pero los planos familiares duran poquísimo. Enseguida Jorge Oteiza se entretiene en el paisaje de alrededor con una fijación: recoger con la cámara todas las siluetas de las montañas que le rodean, jugar con el perfil que recorta el cielo a través de sus movimientos en un festín de imágenes y baile de formas que recuerda a un Vertov de la orografía. Es Oteiza con la cámara. La familia sale de campo y el protagonismo lo toman los caballos y el paisaje, donde no falta una bella estampa de una carreta de bueyes al atardecer rojizo. Oteiza habló en vida de esta filmación y decía que era una película que quería mostrar para ver cómo las figuras de sus apóstoles las había encontrado en los perfiles y juegos de volúmenes de las rocas de alrededor. Por la grabación se ve que filma en dos días diferentes, lo que supone un regalo cronológico. La película camina hacia un ocaso y las últimas montañas son las que esconden el sol en sus espaldas.