En las laderas del Pirineo navarro, la construcción de la presa de Itoiz en la década de 1990 inundó siete pueblos y tres reservas naturales. Una franja de tierra desnuda a la altura de la cota 592 traza hoy una línea divisoria en el paisaje del valle. Por debajo de la cota, el agua; por encima, la vida continúa.